Nuestra visión

Debido a que Dios, a través de Su gracia, nos salvó y cambió nuestras vidas, creemos que cada miembro de la congregación debe compartir esta buena noticia con todos los que lo rodean. Nos identificamos con el lema de nuestros antepasados: ”¡Cada Bautista, un misionero!”

El primer paso de la Gran Comisión (Mateo 28:18-20), que representa la obra que el Señor Jesús encomendó a Su Congregación, consiste en anunciar el Evangelio al mundo perdido. Esto presupone que salgamos con el Evangelio al pueblo. Creemos que las congregaciones no deben contenerse dentro de algunos muros y esperar a que los perdidos vengan al edificio de su iglesia para ser evangelizados. El verdadero evangelismo se hace afuera, en medio de la gente. Nuestra congregación trata de llevar el Evangelio a las personas, donde se encuentran, aprovechando cada oportunidad para compartir las Buenas Nuevas con ellos. Creemos que una congregación debe dar a conocer su presencia en su comunidad a través del anuncio constante del mensaje del Evangelio.

Debido a que entendemos que la congregación es una institución viva, un organismo y cuerpo funcional en el que cada miembro está activo y ministra de acuerdo con los dones específicos y el llamado que le ha dado Dios, consideramos que las reuniones de la congregación son muy importantes para cada miembro, porque ofrecen la oportunidad para que todos sirvan a Dios y sus hermanos.

La congregación es el Templo o la Casa de Dios, el único lugar que Él autorizó para el culto y el servicio público. Por tanto, una auténtica congregación local es una bendición para el lugar en el que vive. Uno de los propósitos por los que Cristo dejó a su Congregación en la tierra es que ella reúna a los salvos de un lugar determinado, para que adoren a Dios y lo sirvan públicamente. Exhortamos a toda persona salva, con palabras y ejemplo, a unirse a una verdadera congregación local. Para un creyente, esto es un privilegio, pero también un deber.